Mariano Gutiérrez T.
Director Científico
Instituto Humboldt de Investigación Marina y Acuícola
Un estudio peruano-chileno llevado a cabo de modo oficial entre 2013 y 2015, en el marco de un proyecto del Fondo Mundial Ambiental (GEF), concluyó en que son tres los problemas principales que afectan al gran ecosistema marino de la Corriente de Humboldt: (1) el uso no óptimo de los recursos pesqueros; (2) la pesca ilegal, descartes y caza de especies protegidas; y (3) la contaminación del mar, que fluye permanentemente a través de los ríos y de efluentes sin tratamiento. El documento se titula Análisis Diagnóstico Ecosistémico Transzonal (ADET), está vigente y fue ratificado por los gobiernos de ambos países (http://ihma.org.pe/proyecto-gef-pnud-peru-chile-hacia-un-manejo-con-enfoque-ecosistemico-del-gran-ecosistema-marino-de-la-corriente-de-humboldt/).
El caso reciente del derrame de más de seis mil barriles de petróleo nos recuerda el tercero -pero no menos importante- de los problemas identificados. Este problema de la contaminación genera múltiples impactos en el ecosistema: altera la calidad del agua y de los sedimentos, provoca mortandades masivas del plancton y de organismos bentónicos, así como también de los organismos que habitan en la arena. Por supuesto, impacta también en los peces costeros y en los depredadores superiores como las aves guaneras, lobos marinos y a especies en peligro como nutrias, pingüinos y tortugas marinas. Es decir, se afecta la biodiversidad, siendo el daño causado, en este momento, imposible de cuantificar. Lo que sabemos al momento es que la mancha de petróleo ya ha afectado más de 100 kilómetros de playas, con los consiguientes impactos sociales y económicos, en especial a la ya de por si vulnerable pesca artesanal de orilla.
Este suceso tiene el efecto adicional de hacernos acordar que la contaminación en toda la costa ya tenía una condición delicada: ríos inertes, con desembocaduras que en otros tiempos eran zonas de reproducción y crianza de muchas especies en una zona costera donde desde hace años es evidente la disminución de las capturas, con el agregado de la persistencia en el uso de métodos de pesca prohibidos (zumbador, chinchorro, explosivos etc). Tampoco se puede olvidar que, paradójicamente, la zona de cinco millas tiene un estatus de área de alta biodiversidad, donde la única actividad de pesca que está permitida es la de tipo artesanal, pero se ha descuidado el hecho de que la contaminación es tanto o más nociva que los métodos y conductas destructivas que aún existen y se toleran debido a los resquicios que aún tiene la legislación pesquera y ambiental.
Considerando todo lo expresado, es fundamental la acción en este momento de urgencia: se debe retirar en cada playa tanto como se pueda del petróleo derramado, dado que su progresiva mezcla e ingreso en los sedimentos es el mayor daño y el más difícil y lento de remover. Esto implica retirar toda la arena que sea posible empleando inclusive medios mecánicos durante los días siguientes. Cuanto más se tarde en hacer esta tarea, más tiempo durarán sus efectos adversos. En zonas inaccesibles -como acantilados- debe retirarse el petróleo derramado con bombas absorbentes donde sea posible operarlas con seguridad, y en las que no habrá que recurrir a medios artesanales para retirar el petróleo. Todo el material que se retire (petróleo, arena, organismos muertos) deben ser llevados lejos de las playas para tratarlos con técnicas de biorremediación, las que no se deben emplear en el mismo lugar afectado.
Todas estas acciones no son sino el comienzo, pero es muy importante empezar en tanto se organiza y llega la ayuda internacional, en especial la de expertos que nos orienten a implementar medidas de mitigación. Esta ayuda es importante también para que por fin reaccionemos y pongamos en marcha una estrategia nacional que impida que el mar siga siendo agredido como lo es hasta ahora. Se requiere que la autoridad sectorial a cargo de los aspectos sanitarios (Ministerio de Vivienda, pero también gobiernos regionales y municipios de todo el país) lidere junto al MINAM el diseño de una política para la disminución de la contaminación marina que generan las ciudades atendiendo a los consejos de los científicos y expertos que ya hace mucho tiempo nos advierten que la situación actual no hará sino agravarse hasta hacerse insostenible, y todo ello sin considerar los escenarios de cambio climático en un país altamente vulnerable. Es bien sabido que la ciudadanía -en general- le da la espalda la mar, al que consideran solo un lugar de recreo donde se puede desechar cualquier cosa en la playa porque, al fin y al cabo, siempre habrá gente consciente que la limpie por ellos. La solución de largo plazo es la educación, que evidentemente no está abordando con la urgencia que debiera, el poco respeto que una buena parte de la ciudadanía tiene por el mar.
Es necesario en un momento como este difundir las buenas prácticas que existen, como la de que los propios pescadores embarcados en la flota industrial colectan desde hace 14 años información sobre especies de depredadores superiores, lo que permite mejorar la gestión de flota de las empresas, pero sobre todo permite obtener información con una resolución geográfica que sería imposible y oneroso conseguir desde las entidades científicas. Con el paso de los años esta iniciativa se ha decantado en el Programa Salvamares de la SNP, que no solo protege la fauna marina, sino que permanentemente difunde buenas prácticas como el registro y liberación sin daño de las especies protegidas que eventualmente son capturadas por las redes de modo accidental. Esas buenas prácticas incluyen no arrojar ningún tipo de deshecho al mar, todo se traslada a tierra donde se hace una adecuada disposición de todo tipo de plásticos, aceites, cáscaras y elementos potencialmente contaminantes.
Esos buenos ejemplos, incluyendo el alto estándar ambiental alcanzado por la industria pesquera, debe inspirar a las autoridades y ciudadanos a tomar en serio la educación ambiental. Toda ciudad y pueblo en cualquier punto del país debe tener una planta de tratamiento de aguas servidas y residuales, además porque se pueden crear economías alrededor de estas infraestructuras. Los municipios deben premiar las buenas prácticas de sus ciudadanos y entidades. Necesitamos muchos buenos ejemplos para generar un verdadero cambio de actitud. En definitiva, necesitamos líderes y entidades que lideren la implementación de una verdadera conciencia ambiental que logre no solo que estemos preparados para enfrentar sucesos como el reciente de Ventanilla, sino para recuperar y hacer realmente sostenibles nuestros recursos marinos.
Lima, 22 de enero de 2022